mayo 02, 2013

En un arranque de camaradería mi amigo el veterinario me regaló un libro sobre costumbres bolivianas y maternidad. Me confesó que lo había sustraído sin permiso de una biblioteca porque el título le había recordado a mi y mi estado de gravidez. Hizo énfasis en el detalle de la "sustracción" porque eso de ponerle un poco de peligro a todo lo que cuenta es algo muy suyo.
Por mi parte se lo agradecí profundamente sobre todo porque en conversaciones anteriores habíamos hablado sobre la maternidad desde una perspectiva más bien mamífera y me hacía falta humanizar la charla.
El me preguntaba como estaba y yo le decía que bien, me recomendaba que duerma del costado izquierdo porque la irrigación sanguínea se ve favorecida, yo le decía que lo mismo me recetó el doctor, a continuación comentaba que la semana pasada había ayudado a un colega en el parto de una vaca.

En algún momento de estas conversaciones yo le comenté que había aprendido a no hablar mucho sobre la maternidad, sobre mi maternidad específicamente, porque la mayoría de mis amigos cercanos no tenía ni querían tener hijos y veían en mi segunda gestación una especie de "no aprendió la lección". Además que la maternidad tiene toda esa figura edulcorada que repele. A pesar de ello el vientre crece y crece junto con los comentarios de la gente que no pueden evitar mirar a la panza antes que a la cara.

Otro amigo muy cercano me regaló una ropita de bebé con el logo de Nirvana mientras me insistía por enésima vez que considere ponerle "Kurt". Yo le explicaba que por ahí resultaba ser un chico super coservador amante de la música clásica y que el nombre solo haría que sus amigos se burlen de él, pero mi amigo loco por la música insistía en que el nombre era crucial y que era imposible que no sea músico si se lo ponía.

Después de que la criatura hubiera nacido descubrí, por un error de logística, que mi papá intentó sacar el certificado de nacimiento, en realidad lo que quería era ponerle un segundo nombre porque no le gusta el que le di.

Puedo pasarme horas contando los detalles, pero esperaré un poco para que la literatura haga su efecto y mejore los efectos distorsionando un poco la realidad. Luego cuando sea grande le contaré el resultado, una ficción que pueda recordar y de la que pueda reír.